Miguel León
Rebelión
La semana pasada fallecía, en
Nüremberg, el teórico alemán Robert Kurz.
Sirvan estas líneas, que posiblemente hubieran resultado más valiosas cuando
Kurz aún vivía, para reconocer la importancia de sus contribuciones y presentar
al lector hispanohablante a un autor del que apenas se ha oído hablar.
Kurz perteneció a esa corriente,
relativamente poco conocida y cultivada, del pensamiento marxiano que podríamos
llamar, como Kurz mismo hacía, la de la "crítica del valor" (en la que también
podrían quedar integrados en un texto fundamental como Tiempo, trabajo y
dominación social, de Moishe Postone, o ciertos trabajos de sociología
industrial, desarrollados por Pierre Naville y sus sucesores). Supone defender
una interpretación de las categorías fundamentales de El Capital
significativamente distinta de la que ha imperado en el conjunto del
pensamiento marxista, debido en gran parte a la forma en que el pensamiento de
Marx se convirtió en fuente necesaria de legitimación de las políticas
socioeconómicas desarrolladas en los países del bloque socialista.
Así, frente al acento puesto por
el "marxismo tradicional" (expresión de Postone) sobre la categoría del
plusvalor, el fenómeno de la explotación, la esfera de la producción..., frente
a una postura teórica de la que se colegía sin mucha dificultad que socialismo
era sinónimo de colectivización de los medios de producción, surge este otro
marxismo que, en contraste con la potencia teórica absoluta normalmente
atribuida a estos elementos, reivindica la importancia de las articulaciones,
de valor y plusvalor, de capital y trabajo, de circulación y producción... y en
estas circunstancias la colectivización de los medios de producción no
significa nada por sí misma en la medida en que la ley del valor, articulador
social fundamental de las relaciones sociales en el capitalismo, sigue
cumpliendo esa función.
Pero no es esta una
interpretación que surja como eso, como una simple re-lectura, cuya
funcionalidad sería la de "lavar la cara al marxismo" para poder sostener lo insostenible
una vez que, como es frecuente oír, el colapso de la Unión Soviética "ha
demostrado la inaplicabilidad o la invalidez del marxismo". En primer lugar
porque la teoría de Marx, el "marxismo" en el sentido más restrictivo del
término, no tiene como eje central la teorización de la sociedad socialista
sino, por encima de todo, la crítica de la sociedad capitalista, y por tanto no
se sitúa en el ámbito de la enunciación de lo que debe ser sino en el del
análisis riguroso de lo que es. En segundo lugar, porque un primer defensor de
esta lectura centrada en la importancia teórico-política de las categorías
desarrolladas en la Sección Primera de El Capital (mercancía, valor,
trabajo...) fue Isaak Illich Rubin, quien, tan pronto como en 1924, ya planteó
una demoledora crítica del marxismo hegemónico, de la interpretación que hacía
del análisis crítico de Marx y de las consecuencias políticas que extraía. En
tercer lugar, porque el propósito de esta interpretación no es el de sumar "una
capa más" de lecturas al gigantesco novillo de interpretaciones que es el
pensamiento marxista, sino en realidad defender, probablemente con Althusser
pero yendo más allá de lo que él fue, un retorno a Marx, al texto, liberándolo
precisamente de esas sucesivas capas de interpretaciones que han convertido al
marxismo en un instrumento demasiado aparatoso, demasiado torpe, de análisis
sociopolítico.
Y ese retorno al texto carga la
interpretación misma de problemas, puesto que no faltan fragmentos en los que
Marx (también Engels) enfatiza la importancia política de las categorías en
torno a las cuales ha girado la producción teórica y la acción política del
marxismo tradicional. Pero abundan también, son mucho más significativos, los
fragmentos en los que Marx pone en cuestión esa postura. Y mientras que los
primeros participan del estilo panfletario, subversivo, de ciertos párrafos de
El Capital, los segundos emergen con especial claridad en aquellos momentos en
los que Marx despliega su capacidad analítica y su saber. Y sin embargo se
mantiene esa tensión irresoluble entre, digámoslo así, dos Marx muy diferentes;
una tensión de la que Kurz era plenamente consciente y que quizás aprehendió
mejor que nadie al distinguir entre el Marx exotérico ("positivamente inclinado
hacia el desarrollo inmanente del capitalismo", es decir, aquel que fundamenta
las posiciones del marxismo tradicional) y el esotérico ("aquel que se desplaza
hacia la crítica categorial del capitalismo", es decir, el Marx que él mismo
reivindicaba) [1] .
La obra de Kurz, escrita
originalmente en alemán y de la que existen ciertas traducciones (pocas) a
otros idiomas (inglés, francés o portugués), es paradójicamente desconocida
para los lectores hispanohablantes, para quienes sólo están disponibles las
traducciones oficiosas que puedan circular por Internet y un libro, El mercado
absurdo de los hombres sin cualidades: ensayos sobre el fetichismo de la
mercancía, recientemente publicado por la editorial Pipas de Calabaza y que
incluye dos textos de Kurz.
A ella se suma además el trabajo realizado como impulsor de dos grupos distintos de análisis e intervención política en Alemania, Krisis y Exit!, que también han hecho contribuciones de gran importancia que, por desgracia, pasan generalmente desapercibidas para el marxismo en lengua castellana.
A ella se suma además el trabajo realizado como impulsor de dos grupos distintos de análisis e intervención política en Alemania, Krisis y Exit!, que también han hecho contribuciones de gran importancia que, por desgracia, pasan generalmente desapercibidas para el marxismo en lengua castellana.
Precisamente por eso estas
líneas no pueden hacer mucho más que presentar sucintamente, tal vez demasiado
tarde, el trabajo de un autor que es tanto más importante cuanto más crítica se
hace la situación socio-económica que vivimos. Se trata de un trabajo analítico
de profundas consecuencias para la izquierda mundial en la medida en que
resquebraja los lugares comunes sobre los cuales se suele construir el discurso
de quienes tienen aspiraciones revolucionarias.
En palabras de Kurz: "ni el
socialismo estatalista del Este, ni el movimiento obrero occidental, ni los
movimientos anticoloniales de liberación nacionalista, incluyendo a las
corrientes más radicales, podrían calificarse ya de 'anticapitalistas' sino en
un sentido limitado. Dicho con más precisión: su anticapitalismo no se refería
aún a la auténtica forma fundamental del Capital mismo sino únicamente a tal o
cual capitalismo empírico dado, al que se tomaba por el capitalismo en cuanto
tal, pero que en realidad sólo era una fase aún inmadura del desarrollo de la
modernidad burguesa.
El marxismo de esa época no podía ser, por tanto, otra cosa que un marxismo burgués e inmanente de la modernización, porque él mismo formaba parte todavía de la historia de la conquista de la sociedad por el Capital. […] Todo lo que aparece en Marx como incondicionalidad del 'punto de vista del obrero' y de la 'lucha de clases', como retórica del 'plustrabajo no pagado' y de la 'explotación', pertenece todavía a la teoría capitalista del desarrollo, que refleja que el Capital no se ha encontrado aún a sí mismo. […] Este marxismo inmanente de la modernización se ha vuelto hoy efectivamente obsoleto, y no porque haya sido 'erróneo' sino porque su tarea ya está acabada. […] La lucha de clases, que no fue sino el proceso de imposición del Capital en su pura lógica formal y abstracta contra el capitalista histórica y empíricamente limitado, ha tocado a su fin" [2].
El marxismo de esa época no podía ser, por tanto, otra cosa que un marxismo burgués e inmanente de la modernización, porque él mismo formaba parte todavía de la historia de la conquista de la sociedad por el Capital. […] Todo lo que aparece en Marx como incondicionalidad del 'punto de vista del obrero' y de la 'lucha de clases', como retórica del 'plustrabajo no pagado' y de la 'explotación', pertenece todavía a la teoría capitalista del desarrollo, que refleja que el Capital no se ha encontrado aún a sí mismo. […] Este marxismo inmanente de la modernización se ha vuelto hoy efectivamente obsoleto, y no porque haya sido 'erróneo' sino porque su tarea ya está acabada. […] La lucha de clases, que no fue sino el proceso de imposición del Capital en su pura lógica formal y abstracta contra el capitalista histórica y empíricamente limitado, ha tocado a su fin" [2].
Y así, es al marxismo exotérico
al que le iba de suyo la identificación de la propiedad de los medios de
producción como el punto crucial que sustentaba el entramado de fuerzas
políticas que había que reorganizar. Al marxismo esotérico, el que tiene sentido
sostener en la coyuntura contemporánea, eso ya no le basta, no es lo
sustantivo; y Kurz, que constató esa necesidad de cambiar el objetivo
estratégico de la acción revolucionaria, escribió, junto con sus compañeros del
grupo Krisis, el Manifiesto contra el trabajo [3] . "Proletarios de todo el
mundo", termina el manifiesto, "dejadlo ya".
Robert Kurz, polémico y
brillante, nos deja en un momento crucial de la historia contemporánea.
Perdemos, por tanto, sus contribuciones, pero afortunadamente su obra perdura,
y en esa medida lo hacen sus planteamientos. Una inestimable ayuda para el
pensamiento crítico, que tanta falta nos hace y que en ocasiones aún brilla por
su ausencia.
Notas:
[2]
R. Kurz, "Los intelectuales después de la lucha de clases: de la
aconceptualidad a un nuevo pensamiento crítico", en El mercado absurdo de los
hombres sin cualidades: ensayos sobre el fetichismo de la mercancía, Pipas de
Calabaza, 2009, pp. 41-63 (pp. 48-50).
[3] http://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajo
El presente articulo ha sido reproducido de Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153760
El presente articulo ha sido reproducido de Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153760