Erase una vez un hombre. Era una vez. Era,
puesto que ya no es. Era, así que es, porque sabemos que "era una vez un hombre" y que será mientras haya alguno dispuesto a contar
su historia. Es un ser humano el que "era una vez", y sólo los seres
humanos pueden contar su historia porque sólo los seres humanos saben que
"era una vez". "Era una vez" es el tiempo
de los seres humanos. Es tiempo humano.
Había una vez un hombre "allí".
Estaba allí y no aquí.
Pero él está aquí y permanecerá
aquí mientras alguno cuente su historia aquí. Es un hombre
el que "estaba allí". Sólo los seres humanos pueden
localizarlo "allí", porque sólo los seres humanos conocen la existencia
de un "aquí" y un "allí". "Aquí"
y "allí" son el espacio de los seres humanos. Son espacio
humano.
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AGNES HELLER |
La historicidad no es sólo algo que nos haya
sucedido. No es una propensión
en la que nos podamos "deslizar" como si fuese un
vestido. La historicidad somos nosotros; nosotros somos tiempo y espacio.
Las dos "formas de percepción" kantianas no son otra cosa que la conciencia
de nuestro ser. La conciencia de nuestro
ser es nuestro ser. Las categorías apriorísticas kantianas ‑cantidad,
cualidad, relación y modalidad‑ son secundarias desde un
punto de vista ontológico. No son la conciencia de nuestro ser, sino la expresión
del reflejo consciente en nuestro ser. Los seres humanos pueden
concebir el tiempo y el espacio sin necesidad de la cantidad,
la cualidad, la relación y la modalidad, pero no pueden concebir
ninguna categoría al margen del tiempo y del espacio. Incluso lo
absurdo es temporal y espacial, porque somos tiempo
y espacio.
"Todos los seres humanos son mortales."
Los animales
perecen, pero no son mortales. Sólo son mortales aquellos que son conscientes de que van a perecer. Sólo los seres
humanos son mortales. Puesto que somos tiempo, no hemos sido ni
seremos. Puesto que somos espacio, nuestro
no‑ser significa no estar aquí. Cuando no estemos, no estaremos aquí, sino allí. en el aire, en el viento,
en el fuego, en el cielo, en el infierno o en la nada.
Pero incluso la nada es espacio, de la misma manera que
"nunca" es tiempo. Somos mortales, pero
no estamos muertos. No podemos concebir el "estar
muertos" porque somos tiempo y espacio.
Que no hayamos sido ni seremos, que no
hayamos estado ni estaremos aquí, significa que cuando nosotros no éramos, otros eran y que cuando
nosotros no seamos, otros serán; que cuando
nosotros no estemos "aquí", otros estarán.
Podemos imaginarnos que no éramos ni estábamos aquí en tiempos de César
o Napoleón,
pero no es posible imaginar que no éramos ni estábamos aquí cuando no
había nadie. Podemos
imaginarnos que no seremos ni estaremos aquí cuando otros estén, pero
no es posible imaginar que no seremos cuando nadie
sea. "No‑estar
aquí" sólo tiene sentido si otros también están. No estar en ninguna
parte sólo tiene sentido si otros también están. No estar en ninguna
parte sólo tiene sentido si existe "alguna parte", y no‑ser,
sólo si existe un ser. "Erase una vez un hombre"
significa que hay alguien que narra su historia
y que habrá alguien que la narrará. La historicidad de un hombre comprende la historicidad de la humanidad. El plural tiene prioridad respecto al singular: yo soy
si nosotros somos, y no soy si no somos. La cuestión principal de
la historicidad
es la planteada por Gauguin: "¿de dónde venimos, qué somos, adónde vamos?"
Desde el momento de la mortalidad, desde el momento
del tiempo y el espacio, siempre hemos planteado
esa misma pregunta, expresando así la historicidad del género humano con la
que siempre ha estado y está relacionada la historicidad de nuestro ser
(el ser de cada individuo). La interrogante no varía jamás, pero sí las respuestas.
La respuesta a la pregunta "¿de dónde venimos, quiénes somos, adónde
vamos?", la llamaremos "conciencia histórica", mientras
que las respuestas, constituirán los estadios de la conciencia histórica.
Agnes Heller: Teoría
de la Historia, pp. 13-14.
(texto resumido)
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